Un
infierno, esto es lo que ha vivido Nieves durante 20 años. Separada, conoció a
su peor pesadilla durante el verano de 1990, se enamoró y tuvo una hija a los
dos años, ¿quién iba a imaginar lo que iba a suceder? Esta Granadina de
nacimiento, residente en Cornellá, nos cuenta su historia sobre cómo le ha
afectado a ella y a su hija la convivencia durante tanto tiempo con un
maltratador.
En primer lugar, sitúanos un poco
en los inicios de la relación. ¿Cómo le conociste? ¿Cómo empezó vuestra
relación?
Yo
hacía ya 4 años que me había separado de mi primer marido, y después de una
mala separación y problemas de salud, volví a tener una vida más o menos
normal. Me apunté a una asociación de separados de Barcelona, situada aún hoy
en día en el Paralelo, y comencé de nuevo a tener amigos y a salir. Allí hice
cursos de pintura, baile y formamos un grupo de amigos con el que viví una de
las mejores épocas de mi vida. Pablo, mi expareja, se apuntó y entabló relación
con nuestro grupo muy rápidamente. Nos conocimos en Junio, y entre unas cosas y
otras, comenzamos nuestra relación en Septiembre. Fue algo un poco inesperado,
demasiado rápido ahora que lo miro con perspectiva, pero en sus inicios la
verdad es que todo iba muy bien.
¿Cuándo comenzaron los problemas?
La
verdad es que en los primeros años de relación las cosas iban bien. Teníamos
problemas, como todas las parejas, pero nada fuera de lo común. Dos años
después, tuvimos una hija, muy buscada por ambos, y en los primeros años de su
infancia fue hasta cierto punto una buena pareja y un buen padre. Creo que todo
empezó a cambiar cuando llevábamos cinco o seis años de relación, aunque fue
muy paulatinamente.
¿Qué situaciones o qué hechos
destacarías en este cambio?
Pablo
siempre había tenido ciertas cosas que no me gustaban, pero creo que como todo
el mundo. Era una persona muy perfeccionista, todo tenía que estar a su gusto,
todo había que preguntárselo y cualquier nimiedad debía tener su visto bueno.
Esto propiciaba que muchas veces, se enfadara por cosas cada vez más
insignificantes e hiciera una montaña de una gota de agua. Por ejemplo, muchas
veces creaba una gran discusión por una frase irónica o por algo en lo que no
estuviéramos de acuerdo; traía a coalición mil cosas que le habían molestado
sin tener ninguna relación y siempre acababa por faltarme al respeto o por
insultarme gravemente.
¿En qué momento la situación se
volvió insostenible?
Ahora
que lo veo desde fuera, con otro ángulo, creo que la convivencia se volvió
imposible el año en que nos casamos, es decir, a los doce años de relación. Las
peleas entonces eran continuas, nada estaba a su gusto, todo eran quejas,
insultos, humillaciones… y no sólo conmigo, sino también con nuestra hija. Tuve
que renunciar a mis hobbys, a las amistades e incluso muchas veces a la familia
porque “no se enfadara”, pero nunca cambió. Intenté en más de una ocasión
ponerle remedio con terapia, porque necesitábamos ayuda profesional, pero él
nunca quiso y las cosas con el tiempo fueron a peor.
¿En algún momento dijiste basta?
La
verdad es que no, y realmente debería haberlo hecho. Recuerdo amargamente a mi
hija de 8 años pidiéndome que me separara, y recuerdo lo dura que fui con ella
al decirle claramente que eso no sucedería. Sus ojos se bañaron en lágrimas y
se quedó nerviosa, intranquila. ¿Qué niña de 8 años quiere que sus padres se
separen? Supongo que en ese momento aún tenía esperanzas en nosotros, creía de
alguna manera que él podía cambiar y que las cosas mejorarían, pero no fue así.
¿Qué es lo más duro que recuerdas
en estos 20 años de relación?
La
verdad es que me ha dicho cosas realmente duras. Siempre me humillaba a e insultaba,
en cada ocasión que tenía, a cada momento, sin importar el lugar o la
situación. Me ha deseado la muerte muchas veces y me ha llamado cosas que no
vale la pena ni repetir, pero tengo claro que es lo que más me ha dolido. Lo
más duro de estos 20 años, ha sido ver y permitir cómo humillaba, anulaba y
hería una vez y otra a mi hija, diciéndole cosas que un padre jamás debería
decirle a un hijo. Eso es algo que nunca voy a poder olvidar, y que en parte, siempre llevaré conmigo
porque yo he permitido que eso sucediera.
Tu hija, Alma, ¿cómo ha vivido esta
situación?
La
verdad es que ella siempre se ha mostrado fuerte, incluso impasible, pero lo ha
pasado muy mal. Adoraba a su padre, era la niña de sus ojos, y con los años he
visto de primera mano cómo iba distanciándose de él a base de lágrimas y sufrimiento.
Por ejemplo, al cumplir 16 años Alma decidió que quería estudiar la carrera
fuera de Cataluña y fue algo que me impactó mucho, ya que ella está muy unida a
mí y a sus amigos. Todo tenía un por qué, y es que no quería seguir viviendo en
la misma casa que su padre. Recuerdo perfectamente que dijo “Si tu eliges vivir
tu vida con él, allá tú, es tu vida, pero yo no aguanto ni un minuto más. Si
cuando acabe el bachiller él sigue aquí, me voy. No me importa dónde, pero me
voy”. La verdad es que eso me dio un toque de realidad, y a partir de ahí, la
situación acabó por romperse. Ahora vive lejos de aquí y apenas llama, aunque
cuando lo hace sigue amargando a mi hija, que está en tratamiento psicológico
debido a los problemas que esta situación le ha ocasionado.
Es una situación muy difícil, sin
duda, que alguien que no la ha vivido no puede siquiera imaginar. Pero, a
aquellas chicas/mujeres que viven en situaciones similares, ¿qué les dirías?
Les
diría que sean fuertes y que digan basta. No esperéis a que cambie, porque no lo hará. No permitáis
que os hunda, ni que os humille u os anule. Sois personas y merecéis vivir una
vida feliz. Separaos, acabad la relación. Sé mejor que nadie que es difícil,
porque le quieres y confías en que las cosas se arreglen, pero no mejoran, no
si no ponen de su parte. La primera vez será una pelea, pero la quinta ya serán
insultos graves; y el día en que menos te lo esperes puede que incluso te
levante la mano. No aguantes una vida de sufrimiento, no te lo mereces. Vive,
por ti, y sobre todo por tus hijos. No cometáis el mismo error que yo.
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